Este año oiremos hablar con fuerza de la Web3. Podríamos distinguir tres épocas en la evolución de lo que hoy conocemos como Internet, desde comienzos de los noventa:
- En la Web1 (aproximadamente entre 1990 y 2005) el valor intrínseco de la red era generado por los usuarios y para los usuarios. Triunfaban protocolos abiertos, descentralizados y gobernados por la comunidad.
- La Web2 (entre 2005 y 2020) es la de las grandes corporaciones, con servicios centralizados, independientes y administrados por startups que crecieron hasta convertirse en grandes gigantes de Internet. La mayor parte del valor se acumuló en un puñado de empresas como Google, Apple, Amazon y Facebook.
- Desde 2021 estamos en el comienzo de una nueva era, que muchos han dado en llamar Web3. Esta combina el espíritu descentralizado y gobernado por la comunidad de la Web1 con la funcionalidad avanzada y moderna de la Web2. Pero todavía queda mucho trabajo por delante.
El término Web 3.0 fue utilizado por primera vez en 2006 por Tim Berners-Lee, el creador de la World Wide Web, al tratar de atisbar la próxima etapa de la Web 2.0 que comenzaba en aquellos años.
Se hablaba de la «Web semántica» como base de la evolución. Pero fue en 2014 Gavin Wood, uno de los creadores de Etherum (una de las plataformas de blockchain más extendidas del momento) quien introdujo el ingrediente secreto en el que se apoyaría la Web3: la criptografía.
Web3: un ecosistema en línea descentralizado, basado en blockchain
Hace unas semanas la revista Wired lo entrevistaba para tratar de arrojar más luz sobre la Web3 y profundizar en su visión de lo que será esta nueva revolución de Internet. Según Gavin, “básicamente la Web3 se refiere a un ecosistema en línea descentralizado, basado en blockchain. Las plataformas y aplicaciones creadas en Web3 no serán propiedad de un guardián central sino de los usuarios, que obtendrán su participación en la propiedad al ayudar a desarrollar y mantener esos servicios.”
Queda claro, por tanto, que para empezar a construir la Web3 el paradigma es la descentralización de las aplicaciones y contenidos.
Aplicaciones distribuidas para construir los servicios
Para ello, la lógica de los servicios que se prestan desde la Web3 se apoya en las llamadas DApps, acrónimo de Distributed Applications o aplicaciones distribuidas. Las principales características de estas aplicaciones son su carácter libre (se basan en código abierto), los datos residen en redes de pares (como blockchain), el acceso a las mismas se realiza mediante un token (criptografía) y su uso genera recompensas para los usuarios y contribuidores (tokens adicionales).
Filecoin es un ejemplo de una red P2P cuyo propósito es almacenar archivos a largo plazo y de manera segura. O Arweave, con un finalidad similar pero en la que, en vez de usar blockchain como protocolo, su inmutabilidad se implementa mediante grafos.
Vistos los principios sobre los que se empezará a construir esta nueva evolución de la Red, tratemos de entender ahora si hay lugar para las empresas en ella.
El papel de las empresas en la Web3
A priori, la Web3 es como el agujero de la madriguera de conejo que abre un mundo mágico para Alicia en la novela de Lewis Carroll. Desde un punto de vista pragmático, la web se creó sobre un modelo de colaboración entre los usuarios pero su explosión y adopción masiva llegó gracias al crecimiento de compañías como Yahoo!, Google, Amazon o Facebook. Ellas hicieron mucho más accesible y usable la información que había en la misma.
Así que aparentemente, la Web3 queda lejos de este clímax, aún falta mucho camino por recorrer.
¿De la “burbuja puntocom” a la “burbuja cripto”?
Hagamos un poco de memoria también y no olvidemos que, antes de la consolidación de estas empresas superexitosas de Internet, fueron muchas las que se quedaron por el camino en la primera ola. La Web1 sufrió en sus carnes el estallido de la “burbuja puntocom” entre los años 1997 y 2001. Ahora hemos de evaluar si como sociedad hemos desarrollado los anticuerpos necesarios para evitar una nueva “burbuja cripto”.
La centralización y descentralización han sido parte de los desarrollos informáticos en las últimas décadas: sistemas mainframe, procesado por lotes, bases de datos relacionales, redes P2P, entornos distribuidos, grid computing, HPC o informática de alto rendimiento…
Así que, a priori, blockchain o, mejor dicho, la criptografía no aporta nada diferencial per se. Al contrario, todavía constituye una barrera de entrada importante para una gran parte de la sociedad.
¿Cómo conecta la Web3 con el mundo real?
Si los proyectos en marcha que están dando vida a la Web3 son capaces de extenderse y hay una adopción masiva, aún queda una barrera más que derribar: la conexión con el mundo real. Los tokens están muy bien pero seguimos pagando la hipoteca, la compra del súper o el colegio en euros. Habrá que buscar los mecanismos necesarios para conectar con la fiscalidad y leyes de cada uno de los países.
Por tanto, una de las preguntas clave-que no solo me hago yo- es: ¿cómo conecta la Web3 con el mundo real?, ¿cuánto de miedo a quedarse atrás y cuánto de oportunidad real hay? Recientemente el propio Charlie Munger, uno de los inversores de capital riesgo más exitosos de la historia junto a Warren Buffett, comentaba: “Considero que esta era es aún más loca que la de las puntocom”.
Pero bueno, no todo es blanco o negro. La empresa de inversiones más exitosa de la historia tampoco invirtió en su momento en Microsoft, ya que era un modelo de negocio que no entendía, según palabras del propio Warren Buffet.
¿Para quién representa un peligro la Web3?
Lo que sí parece claro es que si alguien debe preocuparse por el avance de la Web3 son aquellas empresas cuyo modelo de negocio se basa en la confianza de un tercero, como las pasarelas de pago, entidades de certificación y las que funcionan con la posesión de datos de sus usuarios, como prácticamente ocurre con el 90 por ciento de las compañías del Internet en la actualidad.
Puede que la oportunidad de la Web3 radique en la necesidad de una alternativa real a los sistemas político- económicos que predominan en este momento. Pero muchos gobiernos ya se encargaron de desactivar el riesgo que suponía la Web2 para sus intereses, como es el caso de Rusia o China. Este último país ya se ha adelantado al “nuevo peligro” y ha prohibido cualquier actividad basada en criptomonedas.
En definitiva, es una batalla que solo acaba de comenzar. Los contendientes -usuarios, empresas y gobiernos- todavía tienen mucho que decir. Ya veremos cuántas bajas hay por el camino y quiénes forman finalmente parte de lo que será la Web3 en unos años.
Originalmente publicado en: https://empresas.blogthinkbig.com/web3-nueva-internet/